xxx
Escrito por Gerardo Meza García
(Catedrático de Letras en la UNAM e investigador en la Facultad de Humanidades de la UAEM).
xxx
En México la literatura urbana se funda en el siglo XIX junto con la independencia del país. Ya Fernández de Lizardi hace descripciones de la Ciudad de México, ésta aparece como espacio, un espacio que todavía no domina a los personajes literarios, sino que se presenta como una escenografía.
En la mayoría de las obras se describen pequeños espacios como colonias o barrios, plazas, templos, la riqueza de alguno de sus habitantes, las habilidades y corruptelas de sus autoridades, los palacios. Aún no aparece el personaje citadino, sólo las calles y sus espacios físicos en general.
La vida plácida y tranquila se respira en aquella Ciudad de México después de la consumación de la Independencia. La literatura da fe de las transformaciones urbanas y de la metamorfosis de sus habitantes. Alabada por viajeros y nativos, a causa del trazo de sus calles, de la transparencia del aire, de la belleza de sus paisajes aledaños: Mixcoac, San Ángel, Santa Fe, Tacubaya, Xochimilco, La Viga: la urbe deja de ser un escenario para envolver a los personajes. Las crónicas de Francisco Zarco, y Fernando Orozco y Berra, las novelas de Juan Díaz Covarrubias, la musa callejera de Guillermo Prieto, las descripciones de Manuel Payno, conforman la geografía literaria que da vida a la ciudad, lugar que exige un territorio en el imaginario colectivo. A principios del siglo XX y como consecuencia de la revolución mexicana, los temas del campo reaparecen en la producción literaria con Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán y la ciudad reaparece en la obra de Agustín Yáñez Ojerosa y pintada que fue publicada en 1945 y relata la vida cotidiana de un taxista y sus experiencias con los personajes citadinos.
La vida literaria de un autor se manifiesta en la calidad y cantidad de obras que produce, las cuales conocemos de manera directa o indirecta; es decir, a través de la lectura atenta de cada una, o gracias a los tres elementos constitutivos de los estudios literarios: la crítica, la teoría o la historia de la literatura del país o del mundo.
Por medio de la primera, la lectura, nos hacemos cómplices del autor, nos asumimos como él, adoptamos un papel de co-autores y establecemos estrictos convenios mediados por la obra, en su calidad de mensaje artístico. La crítica y la teoría dan cuenta del efecto y la recepción de ésta, en cuanto el público da respuesta a la lectura del texto que tiene en sus manos. Por su parte, la historia de la literatura nos brinda la oportunidad de conocer la presencia de la obra en las filas de las producciones nacionales.
El autor al que nos referiremos ahora es Carlos Fuentes, escritor mexicano a quien situamos en un lugar privilegiado dentro de la narrativa mexicana actual, dada la calidad de su obra, muy apreciada por los jóvenes lectores. El eterno candidato a Nobel inicia su trayectoria literaria con la publicación de su primer libro de cuentos Los días enmascarados (1954). Comparto la afirmación de Luis Harss (1975:338-380) en el sentido de que Fuentes es un parteaguas en la narrativa mexicana, abre un ciclo que había dejado pendiente Agustín Yáñez. La narrativa contemporánea mexicana, a partir de Fuentes, se preocupa por dilucidar la identidad del mexicano a través de una historia de cambios constantes y de un profundo mestizaje.
Esta inquietud la proyecta Fuentes en sus obras, él mismo afirma: Hay que preguntarse si el novelista no está destinado a la marginalización cada vez más, a medida que este fenómeno de pluralización social y económica propia del neocapitalismo se va desarrollando en nuestros países. Pero siempre con una intención mesiánica y totalizante (…) en un mundo perpetuamente inconcluso hay siempre algo que se puede decir y agregar, sólo mediante el arte de la ficción.
xxx
En la década de los cincuenta se publicaron tres de los grandes libros literarios del siglo XX: Pedro Páramo (1953) de Juan Rulfo, Confabulario (1955) de Juan José Arreola y La región más transparente (1958) de Carlos Fuentes, a la que nos referiremos.
Es fácil determinar que la obra aludida es producto del ingenio de su autor, como también lo es del uso del lenguaje y del conocimiento retórico que posee, pues reconoce que la definición, además de aclarar, alude a conceptos, situación que conlleva otro sentido, la descripción; ésta se caracteriza por presentar los rasgos físicos de una persona, prosopografía; su carácter o sentimientos, etopeya; el modo de ser de un personaje, carácter; las semejanzas y deferencias entre personajes, paralelo; la presencia de lugares reales, topografía; o la de lugares imaginarios, topofesía; la presencia de una época, cronografía; o la aparición de un concepto, definición, la cual es considerada paráfrasis.
xxx
La paráfrasis es un enunciado que describe el significado de otro enunciado, es decir, es un desarrollo explicativo, producto de la comprensión o interpretación; una especie de traducción de la lengua* a la misma lengua, pues el significado es equivalente pero se manifiesta mediante un significante* distinto, mediante un sinónimo, ya que la paráfrasis no agrega nada al contenido* del enunciado que es su objeto. Toda paráfrasis es metalingüística… En otra acepción, paráfrasis es la interpretación libre y generalmente amplificada de un texto*. Puede realizarse a partir de obras escritas en la misma lengua o en otras. Puede tener propósito didáctico o literario.
xxxxxx
Así el título que Carlos Fuentes le da a la obra es parafrástico del enunciado descriptivo atribuido a Alfonso Reyes quien definió a la Ciudad de México como la región más transparente del aire, pero en fuentes hay una profunda ironía:
Y después el humo desciende, las herraduras duermen cansadas en el llano, las guitarras quiebran el último aire rasgado y se acabaron las pelonas ¡pompas ricas! ¡de colores! Y es nuevamente la ciudad inflada, en el centro, sin memoria, sapo de yeso plantado de nalgas sobre la tierra seca y el polvo y la laguna olvidada, vino de gas neón, rostro de cemento y asfalto donde el sexo es un cazador inerme, donde los mataderos de la prostitución trabajan noche y día cercenando las yugulares de desperdicio y billetes y ordeñando a la luna y perdiendo las huellas: es la Candelaria, Pantitlán, Damián Carmona, Balbuena…Algarín…Polanco…Peralvillo. (Fuentes, 176:1958)
Si leemos con detenimiento las líneas anteriores nos damos cuenta que la técnica desarrollada en La región más transparente tiene un carácter eminentemente lúdico, Fuentes recrea el lenguaje con elasticidad. Vicente Quirarte en su texto Elogio de la calle. Biografía literaria de la ciudad de México 1850-1992, afirma que son los románticos los que dan sitio a la ciudad en la literatura y en efecto desde las descripciones de Guillermo Prieto o José T. Cuéllar ya aparece la Ciudad pero ésta es un personaje envolvente que determina las acciones del resto de personajes. En la obra que estamos comentando es la ciudad la que habla a través de sus personajes. Desde el principio Ixca Cienfuegos se coloca como narrador protagonista y la describe como un terrible personaje:
Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad, ciudad puñado de alcantarillas, ciudad cristal de vahos y escarcha mineral, ciudad presencia de todos nuestros olvidos, ciudad de acantilados carnívoros, ciudad de dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa, ciudad del sol detenido, ciudad de calcinaciones largas, ciudad a fuego lento, ciudad con el agua al cuello, ciudad del letargo pícaro, ciudad de los nervios negros, ciudad de los tres ombligos, ciudad de la risa gualda, ciudad del hedor torcido, ciudad rígida entre el aire y los gusanos, ciudad vieja en las luces, vieja ciudad en su cuna de aves agoreras, ciudad nueva junto al polvo esculpido, ciudad a la vera del cielo gigante, ciudad de barnices oscuros y pedrería, ciudad bajo el lodo esplendiente, ciudad de víscera y cuerdas, ciudad de la derrota violada (..) ciudad abrevadero de las fauces rígidas del hermano empapado de sed y costras, ciudad tejida en la amnesia, resurrección de infancias encarnación de pluma, ciudad perra, ciudad famélica, suntuosa villa, ciudad lepra y cólera hundida (…) Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.
xxx
También Gladys García, la prostituta, describe una ciudad triste, sin corazón, ni sentimientos, donde sus habitantes son como fantasmas sin rostros. Rodrigo Polo emprende un caminata por la colonia Guerrero para descubrirse sitiado en el centro entre dos mundos que lo rechazan y Federico Robles, el gentil burgués se sumerge en una casa de la Colonia Obrera que no corresponde a su status social.
Pero es Ixca Cienfuegos quien describe con mayor sinceridad a la ciudad, le gusta caminar por ella, la hace parte de sí, de su propio cuerpo, es la conciencia de la ciudad, porque le habla a ella, donde sólo lo momentáneo funciona, no hay pasado, ni futuro, sólo existe el presente con su terrible soledad: “era esa la hora de la ciudad…Hora del instante previo
A la resurrección, Ixca creía ser el testigo cotidiano, en su diaria caminata del despertar, de esta resurrección” (Fuentes, 29:1958). Por lo anterior podemos afirmar que Carlos Fuentes es el fundador de la ciudad parlanchina que habla, se expresa, a través de sus habitantes, habitantes conscientes como Ixca, conformes como Robles o inconscientes como Gladys
Ixca Cienfuegos camina a través del viejo Mercado Juárez hacia el cuartito de Librado Ibarra en la calle de Abraham González. Atraviesa los puestos vacíos después de la compra de la mañana, donde los vendedores se han sentado a consumir algunas sobras de carne resinosa y hierbas entre el olor penetrante de pollos degollados y sangre de huachinango que tiñe los pisos y se mezcla con los ríos de aguas jabonosas que las mujeres gordas, de pelo envaselinado y verrugas negras, hacen volar de sus cubetas (…) El sol de la tarde hiere los ojos de Cienfuegos. Comienzan a alzarse, por todas las calles y las plazas, los tonos compungidos del organillo y cantan las canciones tradicionales rayando el sol me despedí peregrina de ojos claros y divinos y Cienfuegos busca el número correcto de Abraham González, penetra el largo patio de macetas abandonadas y asciende por una escalera crujiente al segundo piso (Fuentes, 179-180: 1958))
Carlos Fuentes con este texto nos introduce en un mundo real, vivo, para muchos inimaginado; nos presenta un génesis al revés, porque en lugar del nacimiento de la ciudad nos narra su terrible soledad, su destrucción, ciudad sin rostro que sólo se asume a través de los personajes que la habitan.
Los estudios que se han hecho de la obra de Carlos Fuentes permean bajo el influjo de su avasalladora personalidad, dejándose seducir por su vida vertiginosa, repleta de éxitos. Pero el problema queda abierto ¿Desde dónde abordar a un autor que presenta múltiples rostros?, un escritor que al igual que escribe bajo la influencia del relato fantástico (Aura, Muñeca reina, Tlactocatzine, del jardín de Flandes), incursiona en discurso político, desde luego mira al hombre como resultado de un proceso histórico o nos permite soñar en mundo alternos., en mundo posibles como en Los años con Laura Díaz o Terra Nostra.
El lector tiene en sus manos un panorama diferente, una propuesta de acercamiento a la obra de este autor, que sin lugar a dudas causará nuevas lecturas, tal y como la provocó en un servidor. No queda sino invitarles a que se acerquen a la obra de un gran conocedor de la cultura mexicana: Carlos Fuentes., concluyendo este comentario con el final de La región más transparente:
Y sobre el puente de Nonoalco se detiene Gladys García, veloz también dentro del polvo , y enciende el último cigarrillo de la noche y deja caer el cerillo sobre los techos de lámina y respira la madrugada de la ciudad, el vapor de trenes, la somnolencia de la carne, los tufos de gasolina y alcohol y la voz de ixca Cienfuegos, que corre, con el tumulto silencioso de todos los recuerdos, entre el polvo de la ciudad quisiera tocar los dedos de Gladys García y decirle, sólo decirle: Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.
Escrito por Gerardo Meza García
(Catedrático de Letras en la UNAM e investigador en la Facultad de Humanidades de la UAEM).
xxx
En México la literatura urbana se funda en el siglo XIX junto con la independencia del país. Ya Fernández de Lizardi hace descripciones de la Ciudad de México, ésta aparece como espacio, un espacio que todavía no domina a los personajes literarios, sino que se presenta como una escenografía.
En la mayoría de las obras se describen pequeños espacios como colonias o barrios, plazas, templos, la riqueza de alguno de sus habitantes, las habilidades y corruptelas de sus autoridades, los palacios. Aún no aparece el personaje citadino, sólo las calles y sus espacios físicos en general.
La vida plácida y tranquila se respira en aquella Ciudad de México después de la consumación de la Independencia. La literatura da fe de las transformaciones urbanas y de la metamorfosis de sus habitantes. Alabada por viajeros y nativos, a causa del trazo de sus calles, de la transparencia del aire, de la belleza de sus paisajes aledaños: Mixcoac, San Ángel, Santa Fe, Tacubaya, Xochimilco, La Viga: la urbe deja de ser un escenario para envolver a los personajes. Las crónicas de Francisco Zarco, y Fernando Orozco y Berra, las novelas de Juan Díaz Covarrubias, la musa callejera de Guillermo Prieto, las descripciones de Manuel Payno, conforman la geografía literaria que da vida a la ciudad, lugar que exige un territorio en el imaginario colectivo. A principios del siglo XX y como consecuencia de la revolución mexicana, los temas del campo reaparecen en la producción literaria con Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán y la ciudad reaparece en la obra de Agustín Yáñez Ojerosa y pintada que fue publicada en 1945 y relata la vida cotidiana de un taxista y sus experiencias con los personajes citadinos.
La vida literaria de un autor se manifiesta en la calidad y cantidad de obras que produce, las cuales conocemos de manera directa o indirecta; es decir, a través de la lectura atenta de cada una, o gracias a los tres elementos constitutivos de los estudios literarios: la crítica, la teoría o la historia de la literatura del país o del mundo.
Por medio de la primera, la lectura, nos hacemos cómplices del autor, nos asumimos como él, adoptamos un papel de co-autores y establecemos estrictos convenios mediados por la obra, en su calidad de mensaje artístico. La crítica y la teoría dan cuenta del efecto y la recepción de ésta, en cuanto el público da respuesta a la lectura del texto que tiene en sus manos. Por su parte, la historia de la literatura nos brinda la oportunidad de conocer la presencia de la obra en las filas de las producciones nacionales.
El autor al que nos referiremos ahora es Carlos Fuentes, escritor mexicano a quien situamos en un lugar privilegiado dentro de la narrativa mexicana actual, dada la calidad de su obra, muy apreciada por los jóvenes lectores. El eterno candidato a Nobel inicia su trayectoria literaria con la publicación de su primer libro de cuentos Los días enmascarados (1954). Comparto la afirmación de Luis Harss (1975:338-380) en el sentido de que Fuentes es un parteaguas en la narrativa mexicana, abre un ciclo que había dejado pendiente Agustín Yáñez. La narrativa contemporánea mexicana, a partir de Fuentes, se preocupa por dilucidar la identidad del mexicano a través de una historia de cambios constantes y de un profundo mestizaje.
Esta inquietud la proyecta Fuentes en sus obras, él mismo afirma: Hay que preguntarse si el novelista no está destinado a la marginalización cada vez más, a medida que este fenómeno de pluralización social y económica propia del neocapitalismo se va desarrollando en nuestros países. Pero siempre con una intención mesiánica y totalizante (…) en un mundo perpetuamente inconcluso hay siempre algo que se puede decir y agregar, sólo mediante el arte de la ficción.
xxx
En la década de los cincuenta se publicaron tres de los grandes libros literarios del siglo XX: Pedro Páramo (1953) de Juan Rulfo, Confabulario (1955) de Juan José Arreola y La región más transparente (1958) de Carlos Fuentes, a la que nos referiremos.
Es fácil determinar que la obra aludida es producto del ingenio de su autor, como también lo es del uso del lenguaje y del conocimiento retórico que posee, pues reconoce que la definición, además de aclarar, alude a conceptos, situación que conlleva otro sentido, la descripción; ésta se caracteriza por presentar los rasgos físicos de una persona, prosopografía; su carácter o sentimientos, etopeya; el modo de ser de un personaje, carácter; las semejanzas y deferencias entre personajes, paralelo; la presencia de lugares reales, topografía; o la de lugares imaginarios, topofesía; la presencia de una época, cronografía; o la aparición de un concepto, definición, la cual es considerada paráfrasis.
xxx
La paráfrasis es un enunciado que describe el significado de otro enunciado, es decir, es un desarrollo explicativo, producto de la comprensión o interpretación; una especie de traducción de la lengua* a la misma lengua, pues el significado es equivalente pero se manifiesta mediante un significante* distinto, mediante un sinónimo, ya que la paráfrasis no agrega nada al contenido* del enunciado que es su objeto. Toda paráfrasis es metalingüística… En otra acepción, paráfrasis es la interpretación libre y generalmente amplificada de un texto*. Puede realizarse a partir de obras escritas en la misma lengua o en otras. Puede tener propósito didáctico o literario.
xxxxxx
Así el título que Carlos Fuentes le da a la obra es parafrástico del enunciado descriptivo atribuido a Alfonso Reyes quien definió a la Ciudad de México como la región más transparente del aire, pero en fuentes hay una profunda ironía:
Y después el humo desciende, las herraduras duermen cansadas en el llano, las guitarras quiebran el último aire rasgado y se acabaron las pelonas ¡pompas ricas! ¡de colores! Y es nuevamente la ciudad inflada, en el centro, sin memoria, sapo de yeso plantado de nalgas sobre la tierra seca y el polvo y la laguna olvidada, vino de gas neón, rostro de cemento y asfalto donde el sexo es un cazador inerme, donde los mataderos de la prostitución trabajan noche y día cercenando las yugulares de desperdicio y billetes y ordeñando a la luna y perdiendo las huellas: es la Candelaria, Pantitlán, Damián Carmona, Balbuena…Algarín…Polanco…Peralvillo. (Fuentes, 176:1958)
Si leemos con detenimiento las líneas anteriores nos damos cuenta que la técnica desarrollada en La región más transparente tiene un carácter eminentemente lúdico, Fuentes recrea el lenguaje con elasticidad. Vicente Quirarte en su texto Elogio de la calle. Biografía literaria de la ciudad de México 1850-1992, afirma que son los románticos los que dan sitio a la ciudad en la literatura y en efecto desde las descripciones de Guillermo Prieto o José T. Cuéllar ya aparece la Ciudad pero ésta es un personaje envolvente que determina las acciones del resto de personajes. En la obra que estamos comentando es la ciudad la que habla a través de sus personajes. Desde el principio Ixca Cienfuegos se coloca como narrador protagonista y la describe como un terrible personaje:
Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad, ciudad puñado de alcantarillas, ciudad cristal de vahos y escarcha mineral, ciudad presencia de todos nuestros olvidos, ciudad de acantilados carnívoros, ciudad de dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa, ciudad del sol detenido, ciudad de calcinaciones largas, ciudad a fuego lento, ciudad con el agua al cuello, ciudad del letargo pícaro, ciudad de los nervios negros, ciudad de los tres ombligos, ciudad de la risa gualda, ciudad del hedor torcido, ciudad rígida entre el aire y los gusanos, ciudad vieja en las luces, vieja ciudad en su cuna de aves agoreras, ciudad nueva junto al polvo esculpido, ciudad a la vera del cielo gigante, ciudad de barnices oscuros y pedrería, ciudad bajo el lodo esplendiente, ciudad de víscera y cuerdas, ciudad de la derrota violada (..) ciudad abrevadero de las fauces rígidas del hermano empapado de sed y costras, ciudad tejida en la amnesia, resurrección de infancias encarnación de pluma, ciudad perra, ciudad famélica, suntuosa villa, ciudad lepra y cólera hundida (…) Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.
xxx
También Gladys García, la prostituta, describe una ciudad triste, sin corazón, ni sentimientos, donde sus habitantes son como fantasmas sin rostros. Rodrigo Polo emprende un caminata por la colonia Guerrero para descubrirse sitiado en el centro entre dos mundos que lo rechazan y Federico Robles, el gentil burgués se sumerge en una casa de la Colonia Obrera que no corresponde a su status social.
Pero es Ixca Cienfuegos quien describe con mayor sinceridad a la ciudad, le gusta caminar por ella, la hace parte de sí, de su propio cuerpo, es la conciencia de la ciudad, porque le habla a ella, donde sólo lo momentáneo funciona, no hay pasado, ni futuro, sólo existe el presente con su terrible soledad: “era esa la hora de la ciudad…Hora del instante previo
A la resurrección, Ixca creía ser el testigo cotidiano, en su diaria caminata del despertar, de esta resurrección” (Fuentes, 29:1958). Por lo anterior podemos afirmar que Carlos Fuentes es el fundador de la ciudad parlanchina que habla, se expresa, a través de sus habitantes, habitantes conscientes como Ixca, conformes como Robles o inconscientes como Gladys
Ixca Cienfuegos camina a través del viejo Mercado Juárez hacia el cuartito de Librado Ibarra en la calle de Abraham González. Atraviesa los puestos vacíos después de la compra de la mañana, donde los vendedores se han sentado a consumir algunas sobras de carne resinosa y hierbas entre el olor penetrante de pollos degollados y sangre de huachinango que tiñe los pisos y se mezcla con los ríos de aguas jabonosas que las mujeres gordas, de pelo envaselinado y verrugas negras, hacen volar de sus cubetas (…) El sol de la tarde hiere los ojos de Cienfuegos. Comienzan a alzarse, por todas las calles y las plazas, los tonos compungidos del organillo y cantan las canciones tradicionales rayando el sol me despedí peregrina de ojos claros y divinos y Cienfuegos busca el número correcto de Abraham González, penetra el largo patio de macetas abandonadas y asciende por una escalera crujiente al segundo piso (Fuentes, 179-180: 1958))
Carlos Fuentes con este texto nos introduce en un mundo real, vivo, para muchos inimaginado; nos presenta un génesis al revés, porque en lugar del nacimiento de la ciudad nos narra su terrible soledad, su destrucción, ciudad sin rostro que sólo se asume a través de los personajes que la habitan.
Los estudios que se han hecho de la obra de Carlos Fuentes permean bajo el influjo de su avasalladora personalidad, dejándose seducir por su vida vertiginosa, repleta de éxitos. Pero el problema queda abierto ¿Desde dónde abordar a un autor que presenta múltiples rostros?, un escritor que al igual que escribe bajo la influencia del relato fantástico (Aura, Muñeca reina, Tlactocatzine, del jardín de Flandes), incursiona en discurso político, desde luego mira al hombre como resultado de un proceso histórico o nos permite soñar en mundo alternos., en mundo posibles como en Los años con Laura Díaz o Terra Nostra.
El lector tiene en sus manos un panorama diferente, una propuesta de acercamiento a la obra de este autor, que sin lugar a dudas causará nuevas lecturas, tal y como la provocó en un servidor. No queda sino invitarles a que se acerquen a la obra de un gran conocedor de la cultura mexicana: Carlos Fuentes., concluyendo este comentario con el final de La región más transparente:
Y sobre el puente de Nonoalco se detiene Gladys García, veloz también dentro del polvo , y enciende el último cigarrillo de la noche y deja caer el cerillo sobre los techos de lámina y respira la madrugada de la ciudad, el vapor de trenes, la somnolencia de la carne, los tufos de gasolina y alcohol y la voz de ixca Cienfuegos, que corre, con el tumulto silencioso de todos los recuerdos, entre el polvo de la ciudad quisiera tocar los dedos de Gladys García y decirle, sólo decirle: Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario