viernes, 14 de mayo de 2010

SIN LLAVE: UNA NOTA SOBRE EL ARTE FUNCIONARIO Y EL MERCADEO TEÓRICO DE LA PLÁSTICA. EL EJEMPLO DE LAS BIENALES DE ARTE JOVEN

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Por Claudio Herrera Chacana
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La selección de nombres y obras es siempre una estrategia institutiva que remite a un específico momento del mercado artístico. Asentada ésta sobre el tráfico de una información especulativa, es su comunicación –en tanto ficción simbólica- la que se hace preeminente. Y por eso mismo, importa únicamente –en esos mismos nombres y sus obras- el estar “comunicados” sin mas fundamento que el de ser oportunos y congruentes a los atributos culturales de un reformismo epocal; cómplices todos estos actores de una lentitud experiencial de largo alcance aun por describir. Tal cual, la ideología velada y poco percibida por los agentes intelectuales del campo, el arte se hace imagen de sí, mediante una escena autolegitimada y por eso efectista. No le queda otra a esta normativización de nombres y escuelas.

La actividad museal es entonces una primera aproximación auratica y simbólica al criterio dominante de la comunicación artística: la transferencia al espacio físico de una voluntad general, universal, de lo que el arte es, y no es, hoy en día. El museo debe asistir hoy más que nunca a la copia pueril o extravagante de unos diseños apropiacionistas, celebrados por una cultura visual pequeño burguesa, universitaria y conservadora que privilegia –entre otras tantas modas- la anécdota de lo “relacional”. No le queda otra, el museo debe también sostener el mercado teórico de los “especialistas” y del palabreo criollo que hace del arte una esfera mas bien anodina e ignorante.

Promiscuidad política para todos quienes participan de la fiesta arte. Allí se encuentra el modelo para armar: nuevos encuadres funcionarios plenos de dominio académico. Es obvio que en la búsqueda de una aprobación general (formal y formalista) los jóvenes artistas caigan embelesados, recostados sobre el tono simétrico de una dominación política que ni siquiera alcanzan a notar, a sentir. Es notoria nuevamente esta condición de clase los artistas han andado siempre en otra (antes eran hippies, y hoy actúan como especialistas).Dadas las condiciones imperiales y neocoloniales actuales, habrá que hacer notar una nueva teoría de la dependencia en el estricto ámbito de las artes visuales. En las periferias se repite todo mal.

Luego, las bienales, trienales –y cualquier otra operación ferial para mostrar siempre lo mismo y no decir nada nuevo- no son sino los lugares de la comunicación en donde se ofertan y se publicitan las estéticas institucionales, las palabras claves del poder cultural, las pugnas y pujas curatoriales en la provinciana imaginación artística y las obras emergentes del funcionarismo universitario. Eso es lo primero, y más sobre todo, en una “cultura de cuadros plásticos” como tanto prevalece en el deprimido y aburrido Chile de hoy. No hay que engañarse, las bienales de Arte Joven, son la representación posible de esto, y han funcionado tal cual: como un dispositivo simbólico para intentar gestionar a las nuevas hornadas de artistas oficiosos y obedientes. No obstante, son plenamente ignorantes de todo. Nada saben de la política, ni de lo político, como para emprender obras que garanticen el mínimo de una seducción epistemológica. Otra ficción más: la del artista secularizado, generador de complejidades socioculturales varias, al cual, no olvidemos, le hacen los textos.

Y se expone esta gestión en el museo, justamente para hablar de arte contemporáneo en Chile, para calcular y cosificar el rol mercadotecnico de las escuelas de arte, -que son de una miseria estructural y de un aburrimiento cada vez mas pernicioso-, en fin, se hacen estas bienales para dar la cara en el correlato de un “arte globalizado”. Para eso esta El Mercurio y otros medios de prensa iguales de flojos e insolventes. La bienal, sus artistas, su comunicación. Una triada completa. Artes y Letras tiene el terreno propicio –hoy más que antes- para resituar su hegemonía política en el palabreo siútico del arte. La intencionalidad ideológica de su programa ha devenido más biológico. Allí dentro caben todos los cuerpos, todas las hablas. ¿Quién le dice no a este suplemento?

Es un hecho que la miseria del arte –el academicismo vigilante en sus relaciones ociosas con el poder cultural- solo pueda generar un arte poco resistente, y a la vez, nada significativo: ¿Qué podrían resistir unas estrategias artísticas que encubren plásticamente la dominación militante? Pues bien, la comodidad y la banalidad “conceptuales” de unas obras que denotan siempre y únicamente el espectáculo de la comunicación, se instalan otra vez en el museo sin ninguna reflexión cabal. Lo ocupan como si algo atractivo y necesario allí estuviese ocurriendo. Sin embargo, nada de esto ocurre, y más bien, un “experimentalismo de revista yankee”, siempre azaroso y voluntarista pretende recomponer el status vanguardista de la relación arte-vida a la manera de una ficción universalista. No obstante, la enajenación social de estas operaciones es casi total. Y pregunto: ¿para que exponerse?, si nada de veras atractivo se lleva allí a cabo, ¿cuál es la espontaneidad e inmediatez de la relación entre el museo y las obras?, ¿para que situación objetiva está el receptor?

Resumiendo: no hay en estas bienales un trabajo de interpretación e interacción social acabado, y la improvisación nefasta del habla academicista pareciera ser siempre la mediadora maldición de los supuestos contenidos artísticos. Por eso, queda toda escena expuesta a una floja autorreferencialidad técnica, a la ignorancia política extrema y al arribismo conceptual de las obras. Será necesario revisar a los que hacen de mentores y modelos de estos exponentes del nuevo arte. Mejor tarde que nunca.

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